El proyecto plantea un Centro de Mayores en uno de los barrios con mayor presencia de este grupo de población en la Ciudad de Madrid. Ha de ser un edificio que favorezca el desarrollo de su bienestar social, un punto de prestación de servicios y, sobre todo, un punto de encuentro.
El proyecto interviene sobre el ala sin uso de un edificio construido a comienzos del siglo XX como residencia de niños huérfanos. También se actúa sobre un área vacía contigua a este ala, resultado de la fragmentación con el paso de los años de un gran patio interior de manzana.
En parte de este vacío se propone una nueva edificación que dialoga y completa a la existente, a la vez que se reservan espacios para usos exteriores como petanca, huerto y terrazas, tan demandados en estos barrios densos.
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El programa de necesidades, con cafetería, gimnasio, salas de lectura, salón de actos, peluquería, podología, salas polivalentes o talleres, se desarrolla de modo indistinto en ambos edificios, creando una comunicación fluida de los usuarios con lo antiguo y lo nuevo.
En cuanto a los materiales empleados, se dejan vistos en la mayor parte del edificio existente para acentuar el recuerdo del mismo y en el nuevo se proponen materiales cálidos y confortables en su uso.
La ubicación del proyecto de viviendas, junto al acceso a la nueva plaza situada en el interior de la manzana residencial, hacen del mismo una nueva puerta de acceso a dicho espacio.
La propuesta trata de conducir al viandante hacia este nuevo espacio público a través de la permeabilidad de la planta baja y la singularidad de su frente hacia la calle superior, distinguiéndose así de los edificios anexos y anunciando el acceso a la nueva plaza.
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La compacidad que caracteriza la planta permite organizar dos viviendas por nivel orientadas opuestamente a la calle y al parque. Ambos tipos, a la vez que cumplen con las restricciones dimensionales de este tipo de viviendas, se benefician de una posición privilegiada en esquina con dos orientaciones y grandes ventanales que abren el espacio al exterior.
La extraordinaria ubicación en la calle Almirante del elegante barrio de Justicia de Madrid caracteriza este edificio de principios del siglo XX.
La tipología de piso con frente de balcones hacia la calle y gran fondo, iluminado a través de patios, fue en su día muy empleada en viviendas de todo tipo en esta ciudad. Cuando éstas alcanzan dimensiones más grandes se crean largos recorridos de pasillo necesarios para comunicar ambos extremos de la casa.
Controlar y reducir los recorridos dentro de la vivienda fue desde el principio parte fundamental de la propuesta; para ello, se conectan unas estancias con otras a través de circulaciones alternativas al pasillo rompiendo así su linealidad.
Las salas de estar, comunicadas todas ellas y próximas al acceso, se organizan junto al frente a la calle, mientras que los dormitorios se sitúan alrededor de los patios.
El dormitorio de los niños se convierte en una gran sala situada en el centro de la casa, área de transición entre la zona pública y la privada mediante la estantería que la independiza.
Se han empleado materiales y acabados neutros con puntuales toque de color que dejen el protagonismo a los elementos originales que se han podido mantener como son los pavimentos, radiadores y molduras de escayola.
Las diferentes piezas de mobiliario, perteneciente a viviendas anteriores y a herencias de la familia, encuentran su sitio completando la intervención y poniendo en alza su valor.
Se trata de la primera residencia de estudiantes de la compañía Hubr en España.
En contraste con el clásico edificio de los años 50 y el educado barrio madrileño de Salamanca en el que se inserta, la propuesta de ocupación como residencia de estudiantes trata de generar una atmósfera contemporánea con idea de conectar con los estudiantes que en ella residan.
Pavimentos continuos, paredes y señalética de color junto con las instalaciones vistas en los espacios públicos ayudan a conformarla; las habitaciones sin embargo cuentan con materiales algo más conservadores como la tarima de madera, revestimiento cerámico o falsos techos de cartón yeso.
La fachada protegida por «Patrimonio» ha de respetar su imagen original reforzando así su contraste con la nueva actuación.
La intervención en el patio existente permite hacer llegar la luz y dotar de cierta variación a las sucesivas plantas a través de su propia geometría y de los diferentes revestimientos aplicados.
El edificio cuenta con lejanas vistas sobre el emblemático Colegio El Pilar así como soleamiento continuo a lo largo de todo el día.
Se procura por tanto una intervención alegre y optimista que consiga hacer coexistir el carácter más conservador del edificio con el de los jóvenes estudiantes que lo habitan.
La primera visita que hicimos a la casa tuvo para nosotros un fuerte impacto; la abundante vegetación que asomaba sobre la valla hacía más sugerente su interior. Una vez dentro, se iban descubriendo uno tras otro los tres pabellones que conformaban la casa construidos en distintas épocas según iban creciendo las necesidades familiares.
Nos pareció, ya desde el principio, que había una fuerte conexión entre los clientes, a quienes conocimos poco antes y la casa que acababan de adquirir. Nuestra propuesta se basó fundamentalmente en tratar de reforzar ese vínculo, en mantener el carácter que, en nuestra opinión, compartían.
Se trata de una intervención heterogénea, con diversas actuaciones en distintas áreas que fueron incrementándose durante la obra participando de algún modo en la continua evolución de la casa desde su primer pabellón construido.
El núcleo estancial de la casa se encuentra en el pabellón central, abriéndose al jardín frontal y patio trasero. A ambos lados del mismo, se sitúan dos pabellones menores parcialmente dedicados a sala de ensayo de música y despacho, respectivos espacios de trabajo para los padres.
Los dormitorios situados en las plantas superiores de los distintos pabellones quedan comunicados a través de un puente que aporta diversión a los recorridos; a su vez, una escondida escalera desembarca en los dormitorios de las niñas desde la sala de música situada dos plantas bajo ellos.
Los espacios exteriores recubiertos con piezas de barro acaban por amarrar la casa al terreno en el sentido más conceptual.
Resulta así una casa muy viva, tanto en el interior como en el exterior; una casa intensamente familiar en ese núcleo central y a la vez enormemente social; una casa donde es tan posible encontrarse con alguien tanto como aislarse en cualquiera de los distintos rincones de la misma.
El trabajo surge debido a la necesaria renovación de un piso de los años 80 para el uso exclusivo de dos personas mayores, a quienes su hijo quiso sorprender, casi a modo de regalo, con la renovación total del mismo para que se adaptara a sus actuales necesidades.
Ubicado en la octava planta de una torre del madrileño barrio de Moratalaz, el piso cuenta con dos frentes completos abiertos hacia la ciudad.
Con la premisa de facilitar el uso de la vivienda en cada decisión de proyecto, se propuso un núcleo central que organiza a su alrededor las circulaciones con acceso a las distintas estancias. Estos espacios de circulación alrededor del núcleo son iluminados a través de distintos mecanismos conectándolos de este modo con el exterior.
El dormitorio principal se sitúa junto al estar y conectado visualmente con el mismo mientras que el dormitorio de invitados y de la persona encargada de los trabajos de la casa mantienen cierta independencia con respecto a estos espacios.
Se pretende por tanto una propuesta sencilla, luminosa y abierta a la ciudad, mejorando así las condiciones de las personas mayores de las que se espera pasen allí gran parte de su día a día.
La transformación de un de un loft convencional en un espacio adecuado para la vida, el trabajo y las aficiones diarias de un músico y director de cine, fueron la premisas sobre la que se organizó la propuesta. El necesario acondicionamiento acústico del espacio dota a este ámbito de un silencioso e introvertido carácter otorgando a la propuesta su principal sentido.
El nivel de acceso, más abierto y flexible, queda cualificado sólo por ciertos elementos de apoyo tales como la cocina, el aseo, la escalera y una gran estantería, ubicados todos ellos en el perímetro. Una sólida puerta insonorizada da acceso a la planta del dormitorio que comparte espacio con el piano y desde donde se obtienen unas largas vistas sobre la ciudad.
Paneles de madera de grandes dimensiones revisten suelo y parcialmente los paramentos. La escalera que asciende hacia el dormitorio se reviste de moqueta actuando como acondicionador acústico.
Ambos materiales, empleados habitualmente en las cajas de los instrumentos musicales, colaboran a generar el espacio intimo de trabajo que se persiguió.
La Estación Depuradora de Aguas Residuales de Villapérez, al noreste de la ciudad de Oviedo ocupa una enorme extensión cercana a las 21 hectáreas. Realizada a comienzos de los años 90, se compone de diversas edificaciones realizadas en bloque de hormigón amarillo y cubiertas a dos aguas de chapa metálica roja, con escasa atención por el entorno en que se ubican.
El encargo consiste literalmente en “dar una nueva cara” a las edificaciones, con una limitación de presupuesto tan fuerte que sólo es posible lograrlo pintando los edificios, sin variar su volumetría ni la disposición o tipo de huecos.
Aplicamos colores que se diluyan en el habitualmente plomizo cielo del entorno. Empleados en caras contiguas de cada edificio, como se aprecia en los alzados desarrollados, se pretende romper la anodina y gran volumetría de las edificaciones y relacionarlos entre sí. Esta gama de colores se complementa con una familia de colores más intensos y atrevidos que permite identificar en cada edificio los elementos singulares de uso como accesos, conexiones, etc.
Todo ello se completa con una potente señalética que ayuda a identificar cada edificio desde las grandes distancias que los separan.
Por el aumento de la población cuyas aguas trata esta Estación, es preciso construir tres nuevas edificaciones que han de ser realizadas de modo obligatorio en prefabricado de hormigón, y cuya posición y volumetría no pueden ser alteradas. De nuevo nuestro cometido se centra en el tratamiento de las envolventes, proponiendo tamaño y tonalidades de los prefabricados que ayuden a integrarlos en el entorno.
Los zócalos de chapa de acero que agrupan los accesos, se pintan en amarillo intenso relacionándose así con los intensos colores de los edificios existentes pintados.